El pantalón de Lucas

Querida C.: 

¿Cómo estás? ¿Has encontrado más ciervos por el bosque? ¿Alguna vez has visto sus ojos de cerca? Son tan tristes y a la vez tan llenos de asombro...
En fin, hoy yo no quería hablarte de ciervos sino del pantalón de Lucas. Aunque lo que te voy a contar también tiene que ver con los ojos de tus ciervos. 
Pues aquí está: la culera del pantalón de Lucas. No sé si tirarlo o enmarcarlo. 
Es el resultado de nuestra travesía de cinco días por el Pirineo. El resultado de mucha piedra, mucha rama, mucho salto, mucho trepar, mucho renacuajo (bueno, no sé si los renacuajos han afectado directamente al pantalón, me parece que no, pero esa piedra que estaba justo al ladito del lago...)
Por la noche, en la tienda de campaña, Luquirrábano metía las piernas en el saco de dormir mientras Mamacelga remendaba con poca pericia rotos y más rotos. 
Rotos de montaña. 
Pienso en esos niños y niñas que jamás han salido al campo, no más allá del parque (y siempre por los caminos), no más allá de la pasarela de la playa. En aquellos que nunca han tenido un renacuajo entre sus dedos, no se han fijado jamás en la cantidad de abejas diferentes que hay ni han observado con maravilla en la mirada la espectacularidad de un lirio de montaña (¡o un diente de león!)
He oído varias veces que "no se puede conservar aquello que no se ama, y no se puede amar aquello que no se conoce". 
Pienso en el respeto y la defensa de la Naturaleza. Pienso que nuestros niños y niñas se merecen la oportunidad de conocer y querer la Naturaleza. 
"¿No deberíamos ayudar a los niños y jóvenes a amar la tierra, antes de pedirles que la salven?", dice D. Sobel en su artículo Beyond Ecophobia. 
Cuando Nacho, Violeta, Lucas y yo compartimos la maravilla de la Naturaleza, me armo de coraje, quiero llevar esa experiencia transformadora a mis alumnos y alumnas. ¿Pero cómo? Son tantos a la vez! ¡Y tan "verdes" (no de ecologistas, sino de poco acostumbrados a la naturaleza)! Además, el sistema educativo nos deja unas dinámicas a veces poco saludables y unos horarios tan encorsetados...
Sin embargo ¿por qué no? Hace poco me compré este libro: Compartir la Naturaleza, de Joseph Cornell, libro lleno de amor y de actividades divertidas para compartir la naturaleza con otros.

Este curso me vestiré mi traje verde de guerrillera e intentaré llevar a mi alumnado allí, a la naturaleza (aunque sea en el patio del instituto). Mis armas, las de los propios niños y niñas: el entusiasmo, la curiosidad, el asombro, la diversión. 

Les recomendaré unos pantalones un poco más resistentes que los de Lucas. 

Abrazos verdes

B. 

ps. Querida C., tú ya disfrutas de la naturaleza, pero un día, cuando no tengamos virus acechando, iremos juntas a la montaña. Y nos cansaremos y nos maravillaremos. 



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